Los Lectores Astrónomos

«Hasta los confines del sistema solar hay cuatro horas-luz; hasta la estrella más cercana, cuatro horas-luz. Un desmedido océano de vacío.

¿Pero estamos realmente seguros de que sólo haya un vacío? Únicamente sabemos que en este espacio no hay estrellas luminosas; de existir, ¿serían visibles? ¿Y si existiesen cuerpos no luminosos u oscuros? ¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en los de la Tierra, que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas las estrellas-pueblo?» Georgij I. Gurevich

Siempre he pensado que los lectores y lectoras somos, antes de nada, bibliotecarios salvajes. Como Peter Kien, de Auto-da-fé de Elias Canetti, hemos perdido la cabeza acumulando libros en nuestras casas.


Tal vez no para leerlos todos, sino para erigir paredes de deseo, paisajes para desear. Vamos a una librería local como Oromo Café para seguir acumulando libros en nuestros hogares cual cucarrones con Torres de Babel portátiles. Ansiamos tener un poder adquisitivo mayor —que nos permita agregar al carrito unos pocos cien libros mensuales, ochenta al menos, por ejemplo— y así quedarnos contemplando nuestra biblioteca antes de ponernos como ardillas a abrir las nueces-libros que nos
alimente el espíritu en el momento indicado. Hay libros que nos regalaron hace años, se fueron empolvando, sus páginas se tornaron amarillas y absorvieron el olor del sancocho de cada domingo. De repente, un día nos dio por hojear uno por primera vez y acabamos por «decirle» en voz alta, a manera de piropo: «¡Oh, Fata Morgana, todo este tiempo me has esperado y yo apenas hoy me fijo en ti!».


Hemos mezclado obras clásicas con creaciones de pequeños autores, apostando a que alguno de ellos, oriundo de una editorial independiente, un día gane el premio Nobel, como Louise Glück o Jon Fosse, y pase a ser un clásico. Somos astrónomos de estrellas-ciudades, pero también de
estrellas-pueblo. Creemos en el talento local colombiano que nos propone Ediciones El Silencio, desde Cali.
Y, al mismo tiempo, creemos en nosotros mismos como escritores. Sabemos que escribir un libro no es solo agregar una gota más al océano e incluso echarle más agua al caldo, cuando la sustancia verdadera, el pez dorado apenas lo son unos cuantos autores que ya existieron: Fiodor Dostoïevski, Juan Rulfo, Karen Blixen. Escribir es navegar a través de infinitas constelaciones de obras, dialogando con algunas de ellas.
Aquellas que han brillado para nosotros y tenemos en nuestras bibliotecas. Sueño como editor que el destino me deslumbre, caiga sobre mí en toda su grandeza: mi deber es publicar obras que conformen la galaxia de la biblioteca de un lector-ardilla, lector-cucarrón con hambre de agujero negro. Es lo que busco en este 2024. Con mi vara intergaláctica pesco manuscritos de autores y autoras aerolitos, cometas o cuásares. Y así como Emily Dickinson me pregunto: «¿Quién mora en
estas oscuridades?».

Recibo manuscritos enviados a: contacto@edicioneselsilencio.com.co

es_COSpanish
Powered by TranslatePress