El primer lector de Borges

Por: Néstor Mendoza

¡Presentamos una de las reseñas ganadoras!

Domingo 23 de octubre.

Bebo un café nariñense, amargo y negro, un obsequio que recibió Geraudí y que yo disfruto en secreto. Perdí el hábito del azúcar y ahora sólo endulzo con panela pulverizada. La taza de café sustituye el desayuno de hoy, muy a mi pesar. He dejado a un lado algunos trabajos inevitables, urgentes, para leer un libro sobre Borges o de Borges. El libro puede ser ambas cosas (otra vez la duplicación, el otro, un síntoma borgeano).

Otra vez el hábito de la comparación: en mi biblioteca personal tengo el tomo en pasta dura del Arte poética de Jorge Luis Borges, seis conferencias que el escritor argentino dictó en la Universidad de Harvard durante el curso 1967-1968. Encima de este tomo, como en un convenio marital, ubico a Borges en francés, 6 entrevistas y una conferencia traducidas por el profesor, ensayista y traductor caleño Juan Moreno Blanco.

La portada de este último libro me confunde como lector, pues da la impresión de que se trata de un libro de ensayos sobre Borges y no una compilación de entrevistas, prologadas y “epilogadas” por Moreno Blanco. Es una confusión injusta, pues lo que uno encuentra en este libro es el testimonio oral de Borges con sus brillos exclusivos.

Borges en francés contiene seis entrevistas y una conferencia. Un prólogo y un epílogo. En la portada aparece el autor de perfil, con la dignidad de su ceguera y su bastón. En la contra carátula, sentado, aparece Borges adolescente, con gabardina y un gorro en su mano derecha. Lo acompañan una chica joven como él (su hermana menor, la artista Norah Borges), una dama elegante con sombrero de plumas (su mamá, Leonor Acevedo Suárez) y un caballero de corbata, de pie (su padre, “psicólogo anarquista”, Jorge Guillermo Borges). Están llegando a Ginebra.

Ediciones El Silencio publica la tercera edición de Borges en francés, en marzo de 2022. La primera edición data de 2015. Siete años tiene la primera edición. Hace siete años todavía estaba en Venezuela y sólo existía, para mí, Borges en español y Borges en inglés.

El primer libro de Borges que compré fue el tomo I de sus Obras completas (RBA-Instituto Cervantes), tendría yo unos 19 o 20 años. En ese tiempo, lo recuerdo, yo dedicaba mis días a la Universidad. Le pedí dinero a mi tía Paula. El tomo se podía adquirir, a precio módico, en un kiosco de mi pueblo. Había que comprar un periódico, de cuyo nombre no quiero acordarme. Al grueso tomo le faltaban unas 20 páginas centrales. Creo que fue culpa del propio Borges.

De Jorge Luis Borges venero Otras inquisiciones, una escuela de estilo ensayístico. El poema que más recuerdo es “Llaneza”, incluido en Fervor de Buenos Aires. También admiro “La casa de Asterión”, relato que influyó notablemente en un gran poeta peruano que admiro, José Watanabe, y que desacraliza la imagen del Minotauro y revela las verdaderas intenciones del héroe Teseo. Las únicas entrevistas de Borges que me interesaban eran las de Soler Serrano, en blanco y negro: “A penas ochenta años”, dice Borges en esta entrevista, la juventud que siempre asumió en autor argentino.

Hablar de Borges en francés es un método nominativo que hace posible, como Borges hubiese querido, un ejercicio infinito y laberíntico, genuinamente borgeano, una lista que no tendría un fin aparente: Borges en francés, Borges en inglés, Borges en italiano, Borges en alemán, Borges en ladino, Borges en mapoyo, Borges en latín, Borges en argentino, Borges en bonaerense… y así en una lista de idiomas vivos y muertos, en una espiral demoníaca de difícil comprensión.


Lunes 24 de octubre.

Sé tanto de francés como de mandarín o termodinámica, es decir, nada. Mi valoración de este libro no va en la fidelidad del traductor sino de lo que yo, como lector en español, puedo paladear. Juan Moreno Blanco ofrece una pulcra traslación. Leo este libro y pienso que el Borges oral es un Borges que habla en español, que estas entrevistas se dieron en español y no en francés ¿Es un acierto o desacierto?

Las entrevistas van del año 1963 en adelante: quien responde a las preguntas es el Borges de la ceguera (“Soy ciego como lector desde 1955, después todo se volvió crepúsculo”). Borges en francés nos ofrece la misma imagen de Borges, la que ya “conocemos”. Aunque esto no es totalmente cierto: si leemos el libro de principio a fin, sin alternancias, notaremos las grandes reiteraciones del maestro argentino (De Quincey, Kipling, Poe, Conrad, Chesterton, Cervantes, Shakespeare, Milton, Victor Hugo) y, también, estados anímicos contrapuestos: de lo festivo de las primeras entrevistas a un aparente pesimismo de las siguientes. Lo que sí resulta notable es su pedagogía, la capacidad de Borges para la transmisión de sus obsesiones y reiteraciones en claro lenguaje.

Borges en francés no tiene nada que envidiarle al otro tomo que lo precede en mi biblioteca personal, su Arte poética. Lo que Borges planteaba en sus conferencias no era muy distinto a su disposición ante las entrevistas. Invariablemente, funcionan como clases amenas en salones o en auditorios.

***

He resaltado unos cuantos fragmentos que me interesan de Borges en francés. En ellos veo muchas de las facetas de su pensamiento creativo: poéticas, aforismos, acotaciones filosóficas, el teórico del laberinto:

“Hay dos géneros de poetas: los poetas inspirados, los poetas que se deslizan, como Walt Whitman; y los poetas que hacen objetos, como Mallarmé. Víctor Hugo es de los dos”.

“Creer en el progreso es una expresión de la esperanza, más que de la lógica”.

“En mí, esa idea de sucesión corresponde a la idea del infortunio y de la felicidad. No sé si la eternidad existe o si es una invención de místicos, de metafísicos o de filósofos, pero sé que a ella tendemos. Y tendiendo a la eternidad, quizás la creamos”.

“Diría que lo real es lo que dura poco tiempo, es la circunstancia. Lo fantástico es lo que dura siempre”.

“…yo trato de ser clásico pero no lo logro. Nadie lo logra. Quizás es demasiado tarde para ser clásico”.

“Quizás el mundo es un laberinto, no lo sabemos. Pero la idea del laberinto es una consolación, porque el laberinto tiene un sentido pero no sabemos si el mundo tiene un centro”.

“Me acuerdo que Aristóteles escribió que el origen de la filosofía era el asombro. Usted mira algo y no comprende, entonces comienza a hacer filosofía”.

“El corazón es una metáfora”.


Martes 25 de octubre.

Borges en francés abarca mucho más el habla misma en el idioma francés que en la propia tradición literaria de Francia. Borges es irónico pero siempre amable. No increpa: no intenta dejar mal parado a los entrevistadores: “…cuando uno habla en español uno afirma, uno se queja, uno gime; mientras que en francés se discute calmadamente, es una lengua plena de matices, no se sube demasiado la voz, se tiene la impresión de gente que quiere convencerse, que busca razones para convencer a los otros”.

Es notable la necesidad de definir la propia “identidad” nacional, que en Borges se construye desde su propio tronco genealógico, hasta su particular manera de concebir la idiosincrasia argentina. Borges lo retrata en su libro más “argentino”, El informe de Brodie. Pienso que, fácilmente, pudieran ser los mismos personajes que retrataron Héctor Lavoe y Rubén Blades en Juanito Alimaña y Pedro Navaja. Violencia es violencia y cuchillo es cuchillo. Dice Borges: “Juan Muraña fue un hombre que pisó mis calles familiares, que supo lo que saben los hombres, que conoció el sabor de la muerte y que fue después un cuchillo y ahora la memoria de un cuchillo y mañana el olvido, el común olvido”.

Moreno Blanco menciona un dato que me resulta significativo: “lo que sí es cierto es que ellas (las entrevistas) fueron más numerosas en francés que en ninguna otra lengua extranjera, dado que en esa lengua sucedió la ‘internacionalización’ de su literatura y su figura”. Aquí se derrumba una creencia que yo mantenía como rehén: que la internacionalización de Borges venía del inglés. Quizás sea porque lo que recuerdo de Borges está asociado a trabajo como traductor del inglés, o las conferencias que llegó a dictar en Estados Unidos, en inglés y no en español.

La entrevista, tal como la asumió Borges, resulta un género literario. Si prescindiéramos de las preguntas formuladas (¿andamios?), las respuestas serían un registro crítico casi al mismo nivel que sus ensayos. Sus entrevistas poseen un gran atributo que no tienen (o que pocas veces tienen) sus textos críticos (prólogos, ensayos): casi no hay obstáculos de excesiva especialización. Casi siempre habla el lector apasionado.


Miércoles 26 de octubre.

Llueve con intensidad desde las 4:00 a.m. La lluvia matutina hace que cualquier día, incluso un miércoles, parezca domingo o día festivo.

El desayuno de hoy (desayuné tarde, pero desayuné): una arepa delgada, crema y trozos de queso blanco encima, un huevo frito con la yema semi-líquida. Voy por mi tercera taza de café nariñense. Froto mi lengua con las paredes internas de la boca, saco de allí las últimas señales del café. El café también es diurético, no debo olvidarlo.

Tengo la costumbre (o una especie de TOC): sobar el libro muchas veces, leer, cerrar el libro, abrirlo, leer, cerrarlo y sobarlo y así. Veo la portada de Borges en francés y algo no termina de encajar. La portadilla del libro es más correcta que la portada del libro. Se puede leer: “Juan Moreno Blanco. Traducción y edición”.

Mi amigo Rubén Darío Carrero, cuando nos conocimos en Maracay, en 2009, siempre imitaba a Borges. Su voz asumía las tonalidades, las muecas. Lo hacía cuando ya las cervezas se acumulaban en nosotros. Yo no sé por qué siempre lloraba al ver su imitación de Borges. Este performance era el preludio del sueño.

Lo que mejor recuerdo sobre Borges lo ha dicho Ricardo Piglia en su ciclo de conferencias televisadas. Las he visto unas tres o cuatro veces en YouTube. Pligia dice que el siglo XX literario es binario: borgeano o kafkiano. Dos universos y dos literaturas. No he visto fotos de Borges junto a Piglia. No las he buscado y por ahora no lo haré. Me gusta esa vaguedad. Me quedo con ella.

Borges habla de sus lecturas más entrañables pero al momento de escribir no piensa en los lectores: la escritura que se efectúa para exorcizar temas. Esto le responde a Bernard Pívot en la entrevista de 1980: “Nunca pienso en el lector. Cuando escribo, escribo para, digamos, aliviarme, para liberarme de un tema”.

En algunas de estas entrevistas, Borges cita a Flaubert, a su obra Bouvard y Pécuchet. No cita a Madame Bovary. ¿Por qué no lo hace? Es la única novela que he leído de Flaubert. Leí unas cien páginas de La educación sentimental, no más de allí. Leí el relato (o novela corta) Un corazón sencillo. Borges tampoco cita a Paul Valéry, ni al Cementerio marino…

Enrique Vila-Matas parece ser el autor vivo, al menos en español, más borgeano. Tanto el argentino como el catalán parecen mentir como una forma de poética. La diferencia radica en que Vila-Matas plantea la mentira con un hilo narrativo vinculado con el propio escritor y no tanto con los grandes temas que obsesionaron a Borges. Perder teorías, de Vila-Matas, es una pequeña obra notable. El autor describe la historia de un equívoco y nos queda la sensación de la incertidumbre. Allí hay, desde luego, una intención.

Juan Moreno Blanco, como investigador, ha dedicado tiempo y escritura a la obra de Gabriel García Márquez. Yo no sé si será cierto esta anécdota de Borges (una amiga poeta caleña, Martha Cecilia Ortiz Quijano, me la comentó en Buga, entre tragos de cervezas artesanales). En alguna parte, le preguntan cuál es su percepción sobre Cien años de soledad. El argentino, supuestamente, responde: “Le sobran unos cincuenta años”.

Borges no suele nombrar autores vivos o contemporáneos y, en español, sólo cita a Cervantes. Salvo el gran Bioy Casares (una forma de nombrarse a sí mismo), en la última entrevista nombra a Jorge Guillén.

“Nunca escribió novelas”, se repite en varios pasajes del libro. Se le reprocha a Borges no haber escrito novelas. Su repercusión no necesitó del “género mayor”. En este sentido, es un “anti boom”, anti García Márquez, anti Vargas Llosa. La novela total, las técnicas narrativas, en Borges, se expresan en las formas breves. Es un autor memorable, como decía el poeta Alejandro Oliveros: somos capaces de recordarlo, de no olvidarlo, de no olvidar a Borges.

Borges tiene el atributo del gran “citador”. Sus citas son, invariablemente, notables.

Borges es tan estimulante que hace posible que lea y me olvide de la resaca. Un día más de lectura y de escritura, un día más con Borges en francés. La conferencia que dictó en el Collège de France es de lo mejor que he leído (que he oído) de Borges. Es el testimonio de un oficio, el del poeta. Describe las herramientas de escritura, sus herramientas.

El primer lector de Borges, el lector que hace posible su internacionalización, fue el lector francés. Queda fijado en el epílogo de Moreno Blanco: “No hay nada paradójico en que los franceses sean los primeros en leer a Borges porque los franceses eran lectores a quienes el texto borgeano estaba destinado para dejar de ser un texto y convertirse en una obra”.

Borges en francés puede interesar a los lectores noveles que llegan a su obra y a los especialistas. No es un libro de exageradas revelaciones pero sí de concretas luminiscencias. En lo personal, no estaba al tanto de que Borges hablara, como lo señala Robert Louit, “un francés impecable”. El elogio también viene de otro entrevistador, Bernard Pívot, quien expresa que Borges “practica admirablemente” el francés.

Menos mal que no tenía programado ninguna salida a Cali. Me quedo en casa, en Jamundí, para terminar unas correcciones y enviar unos correos. Borges sigue en mi biblioteca, en un lugar alto, como siempre.

(DIARIO DE FINALES DE OCTUBRE 2022)Jamundí, octubre de 2022.

es_COSpanish
Powered by TranslatePress