El ídolo caído 

Por: Neil Henry Arenas Camacho

Tiempo de lectura: 10 minutos

¿Qué otra cosa escribir en este momento? Imposible no hablar del Covid-19. Mucho análisis al calor de los hechos: ¿cómo «aplanar la curva» de contagios?; que sí la respuesta de cada gobierno ha sido oportuna; ¿cuál país ha sido más efectivo?; el abandono en que están los trabajadores de la salud en la coyuntura del virus y a demás, el proceso de sanación de la tierra o que si el lenguaje de guerra que estamos usando es el apropiado y vuelve, la falta de respiradores y de camas de UCI, ya no hay que explicar qué significa esta sigla, regresando a que sí el pelo milagroso en la Biblia…o algo así. Tanto sobre qué hablar. Sin embargo, quiero hablar sobre la caída de un ídolo.

Crecí con las series que emitió la televisión colombiana durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado: Misión Imposible, Cosmos 1999, Tierra de gigantes, Lobo del aire y MacGyver, entre muchas otras. Tan viejas que la mayoría tienen remake. Por cierto, el de Perdidos en el espacio, de Netflix, está muy bien hecho. Aprendí que el héroe siempre sale airoso de cualquier situación extrema. En esa época no existía la posibilidad de que el protagonista o sus compañeros de aventura murieran, esto sólo es un invento del nuevo siglo, llevado a su punto máximo en Juego de tronos, ni tampoco de que el villano tuviera matices, que fuera más humano.

Esa construcción del mundo en blanco y negro, literal hasta que llegó la televisión a color a nuestro país, por allá en 1979, fue la vanguardia de las series y películas de mi época: buenos contra malos, estadounidenses contra soviéticos. ¿Alguien recuerda alguna serie inglesa o europea? Muy pocas. Para muchos, esa fue la punta de lanza cultural del Imperialismo yanqui.

Hoy con la situación que atraviesa la humanidad, nos encontramos ante varios problemas puntuales. Pocos países estaban preparados para atender las demandas que tiene el sistema de salud. No tenemos a MacGyver para que haga respiradores con bombas de colores, chicles, celulares y papel de aluminio de una caja de cigarrillos. Tampoco podría usarse, se necesita un permiso del Invima que avale las instalaciones donde se fabrique. Peor aún, quienes creíamos en la ciencia, el capitalismo y el liderazgo del país del águila calva, nos quedamos “plop” ante la ausencia total de esas capacidades.

No tenemos a Harrison Ford en el Air Force One. Peor aún, no hay nazi, chino, árabe o latino que funja de villano y que esté a punto de matarlo y crear el caos en el mundo libre. Estamos en jaque por un enemigo –quisiera tener una forma de expresarme que no remita a la guerra–  microscópico y no tiene un rostro, a pesar de que muchos conspirólogos tratan de meternos por nuestras narices que es un virus creado, en algunas teorías, por los chinos o, en otras, por los estadounidenses.

Ningún gobierno ha tomado la batuta que dejó el POTUS, quien se ha dedicado a hablar mal de cuanto medio de comunicación le muestre sus errores. «¡Fake news!» resuena su voz gritona, que no de mando. No la han podido recibir ni los ingleses ni los europeos con su tambaleante unión, menos los chinos que a punta de regalos y médicos están tratando de tomarla. La cansada voz del Dr. Tedros Adhamon (así se llama el presidente de la OMS) tampoco congrega. La canciller alemana no lo será, y no por ser mujer, sino porque nadie quiere someterse al supuesto y estricto control alemán. Putin, caso aparte, tampoco representa ese líder unificador que vendió Hollywood.

Harari dice que una de las principales decisiones de la actualidad es entre «el aislamiento nacionalista y la solidaridad global». Sin embargo, no aparece el héroe que cortará el cable rojo, o lance el cohete al espacio, o se interponga entre la bala y su blanco, o venza al villano, o transporte la cura milagrosa. ¿Por qué? Porque esta es la vida real. Aunque McGyver es un científico, el hombre común no puede creer que la solución tome tanto tiempo: la vacuna podría” estar lista a finales del 2020. Todos queremos soluciones inmediatas, sobre todo los políticos, los economistas y los capitalistas.

¿Quién será el líder que nos guíe para sobreponernos a este evento? No se vislumbra en el corto plazo. Parece que esto nos toca a cada uno de nosotros. Nuestro viaje del héroe ha comenzado. Este mundo ordinario cambió de repente, estamos viviendo nuestra propia distopía. Ninguno de nosotros quiere recibir el llamado, nos negamos a creerlo. Parece que nuestro mentor será la resiliencia. A pesar de nuestros temores, estamos cruzando el umbral e iniciamos el viaje. Ya estamos viviendo nuestras pruebas, identificando nuestros aliados y nuestros enemigos, porque el enemigo no es el virus, el enemigo somos los mismos seres humanos, o acaso no han visto The walking dead o cualquier película de zombies. La gran prueba no la hemos vivido todavía, ni hemos encontrado la recompensa, por lo mismo, no hemos iniciado el regreso con el elixir. Apenas estamos terminando el primer acto de esta aventura que nos tocó vivir. Quién sabe cuál será el elixir con el que regrese cada uno. 

El ídolo cayó de su pedestal, o tal vez nunca estuvo allí. Vivimos en un mundo sin liderazgo visible. Cada uno debe ser el héroe de su propia película y allí radica el problema: no nos creemos capaces de serlo.

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